Gloria Olivae

(La gloria del olivo)

El capitán Constante Rossi sabía reconocer sus limitaciones. Su huraña memoria era una de ellas. Pero, con el discurrir de los años, había aprendido a equilibrarla a golpe de tenacidad. No importaba, pues, que no acertara a recordar dónde o en qué circunstancias pudo haber tropezado con el título que coronaba el libro rojo. Tarde o temprano terminaría descerrajando aquel cabalístico Gloria Olivae.

En cuanto a los párrafos iniciales —en tinta encarnada—, al igual que otros, diseminados por el texto, era evidente que constituían un añadido. Una especie de anexo de última hora, nítidamente aclaratorio y, a diferencia de lo escrito en caracteres azules, dirigido a alguien en particular: el Santo Padre.

El inspector interpretó aquellas primeras líneas como una cadena de advertencias. Algunas, sutiles. Otras, demoledoras. Unos avisos, en fin, que no supo descifrar y que, no obstante, envararon su instinto policial.

Decía así:

Es mi ferviente deseo que Su Santidad se asome con urgencia a cuanto aquí se relata. Y a no tardar, conforme avance en la lectura, comprenderá el porqué de dicha premura.

No puedo permitirme el lujo del rodeo y de los preámbulos. No hay tiempo. Su vida corre gravísimo riesgo.

Por el momento debo conservar el anonimato. Sé que esto le decepcionará. Pero mi verdadera identidad tampoco le diría nada. Por razones de seguridad —que usted irá entendiendo— no estoy autorizado a desvelar la genuina filiación de los hombres y mujeres que, directa o indirectamente, han participado en la que fue bautizada como operación Gloria Olivae. Y también sé que, conforme penetre en la trama de este proyecto, las sospechas de Su Santidad respecto a la paternidad del texto que tiene en su poder se harán tan intensas como insoportables. Espero que esos lógicos sentimientos no le impidan encarar el angustioso problema que le amenaza.

Dicho esto permítame que salga al encuentro de los pensamientos que, sin duda, se estará formulando. ¿Por qué le hago entrega de este informe confidencial?

Ya ha sido expuesto. Hemos detectado que su vida corre peligro de muerte.

Y acepto que dude. Está en su derecho. Lo natural es que la presente relación le parezca la obra de una mente febril o trastornada. Espero que, en breve, cambie de idea.

Su Santidad —como irá comprobando— ya fue informado de algunos de esos acontecimientos. Pero lo que usted conoce es sólo la punta del iceberg. Confío en que esta revelación le ayude a calibrar el plan en sus auténticas proporciones. Y sobre todo — disculpe la insistencia— le ruego adopte las medidas para evitar lo que parece inevitable.

No soy un traidor. No se precipite en sus juicios. Y aunque ello carezca de relevancia en los actuales y críticos momentos, le adelanto que cuento con el beneplácito de la organización a la que pertenezco. Le informo y prevengo en su nombre.

Obviamente, dicha organización secreta —denominada Los Tres Círculos, y de la que le hablaré más adelante— ha adoptado toda suerte de precauciones.

Pues bien, dado que la situación ha escapado a nuestro control, se ha estimado justo y necesario hacerle llegar este manuscrito. No trabajamos el asesinato.

Entiéndalo bien. Que hayamos descubierto una seria amenaza contra su persona no significa que la vida de Su Santidad nos importe. No somos salvadores de nadie. Las metas de la organización —como observará sin dificultad a lo largo de estas páginas— son otras. Lo que no aceptamos es que Los Tres Círculos se vea involucrada en algo en lo que no hemos tomado parte y que rechazamos por principio. Como le digo, el derramamiento de sangre nos repugna. ¿Paradójico? Es posible. Usted, mejor que nadie, sabe que la oscuridad también tiene sus reglas.

Por supuesto —admitiendo la dudosa posibilidad de que aún disponga de tiempo—, puede intentar verificar cuanto aquí se expone. No se alarme ante los resultados. Gloria Olivae ha sido planificada y ejecutada tan minuciosa y diabólicamente que, merced a una de sus últimas fases, el proyecto ha quedado a salvo..., de cara a la justicia.

No se impaciente. Pronto lo comprenderá.

Y le diré más. La policía italiana y determinados servicios de inteligencia fueron oportunamente informados acerca de varias de nuestras actividades. La información —convenientemente manipulada— procedía, claro está, de Los Tres Círculos.

Rossi, perplejo, no terminaba de dar crédito a tan osadas y categóricas afirmaciones.

...Y concluyo con una llamada a su intuición. Es un condenado a muerte quien le escribe. En mi añorada Eslovaquia —como usted debe saber— disponemos para estos casos de una máxima que no requiere desenredo: Pravda vzdy rozväzuje jazyk unierajúcemu. (La verdad siempre desata la lengua del moribundo.)

Contrariado, el inspector interrumpió de nuevo la lectura. Las veladas insinuaciones, la recortada información y, en especial, la seguridad que destilaba el texto le sumieron en una anormal irritación.

Grave peligro de muerte.

Sea corno fuere, había acertado. Pero ¿cómo podía saberlo? ¿Existía algún vínculo con lo apuntado por Camilo Chíniv al prefetto?

Y en su mente empezó a fraguar el cemento de una conjura.

Los Tres Círculos.

Una organización desconocida. Al menos para él ¿Por qué el prefetto dejó caer el término terroristas?

No trabajamos el asesinato.

Curioso. ¿A qué otras metas se refería? Y Rossi rememoró el desliz del jefe de seguridad: un robo y unos explosivos.

La policía advertida e intoxicada.

¿Cómo era posible que no se hubiera filtrado la información? Roma era un patio de vecinos...

La punta de un iceberg.

Cierto. Aquel galimatías había hipotecado su inteligencia.

Pero lo que no sabía el autor del manuscrito es que lo peor que le podía acontecer al jefe de homicidios es que le desafiaran...

Y el capitán se abrió paso entre los caracteres azules.

Cumpliendo órdenes, me dispongo a poner por escrito los informes que han llegado a mi poder, así como mis propias vivencias. Todo ello constituye lo más notable de lo acaecido en el transcurso de la llamada operación Gloria Olivae. El último proyecto en el que he tenido el honor de participar y cuyo final —honradamente— escapa, por ahora, a mi conocimiento y quién sabe si a mi competencia.

En él han colaborado destacados especialistas del segundo y tercer círculos. Y debo consignar que los trabajos —en general— se han desarrollado con la precisión y brillantez acostumbradas. Si los sucesos de última hora han venido a modificar los planes iniciales, ello no es imputable a nuestros agentes. En todo caso, a los insondables vientos del destino.

En la actualidad, Gloria Olivae continúa bajo la dirección del coronel Frank Hoffmann.

Pero me remontaré al nacimiento de dicha operación.